EX PRISIÓN USHUAIA: PRESOS DE MALA FAMA


"El ahogado". José Domínguez nunca llegó a su pabellón. Condenado a veinticinco años de prisión por homicidio, se había jurado mil veces no ir nunca al presidio de Ushuaia. Su temor no sólo se vinculaba a la mala fama del establecimiento y a la temporada sombría que podía esperarle, sino también al pánico que le generaba estar encerrado durante un mes en la bodega de los barcos que trasladaban a los presos. Por eso, el 12 de febrero de 1926, cuando subía la planchada del transporte "Buenos Aires", se tiró al río y el peso de los grillos lo llevó hasta el fondo, y cumplió fielmente la promesa de no acabar sus días en el frío de Ushuaia. Un tipo de palabra.
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"El intelectual". Guillermo Mac Hannafor era considerado un gentleman, más allá de haber sido acusado y detenido por espionaje. En su libertad, había sido mayor del Ejército Argentino pero fue condenado a reclusión perpetua por el delito de "traición a la patria". Como los reclusos "ejemplares" podían tener acceso a libros -además de conciertos de música, campeonatos de ajedrez y proyecciones de películas- él estaba encargado de la biblioteca y las actividades culturales. Además organizaba concursos de poesía. "Soy un cero solitario que vive lejos del mundo, me agobia el dolor profundo que sufro en este calvario", escribió algún preso olvidado. Mac Hannafor decía que la poesía era igual a la libertad.
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"Herns, el serrucho" asesinó a su socio, lo descuartizó y arrojó sus restos al lago de Palermo. "Se lo merecía", dicen que decía. Con reclusión perpetua, trabajaba como carnicero en el presidio y, aparentemente, cortaba las reces con una precisión y rapidez asombrosa.
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"El Mejicano", acusado de homicidio y condenado a prisión por veinticinco años, se escapó de casi todas las cárceles del país. Demostraba un constante y permanente odio hacia la policía y toda circunstancia de orden y disciplina. Vivía en el presidio en una celda oscura, se le pasaba el plato una vez al día, aunque, según los rumores, comía directamente del piso para no tocar objetos ya agarrados por el "enemigo". Murió en 1932 en total estado de demencia. Los cobanis respiraron con alivio cuando se enteraron.
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"Los maquinistas". Los hermanos Bonelli -¿tendrán algo que ver con el de TN?- eran dueños de una casa de cambio de Rosario. Asesinaban a sus clientes ricos y los escondían en el sótano. El olor a podrido los delató. Ya en Ushuaia, eran los encargados de mantener la máquina de vapor de un tren que llevaba a los presos a los lugares de trabajo lejanos. "Bienvenidos al tren, muchachos", recibían a sus compañeros.
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Juan Dufour, famoso estafador internacional, también era un renombrado escapista. Él organizó la última fuga conocida en Ushuaia. Viejo, ya sin fuerzas, repetía incansablemente: "Yo no moriré en la cárcel". La historia dice que pudo escapar de la Isla del Diablo, pero no de Tierra del Fuego. Al menos, fue libre.
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"El místico". Mateo Banks fue el primer multihomicida célebre en su época, había asesinado a ocho personas en Azul, tres hermanos, su cuñada, dos sobrinas y dos peones. Los medios lo llamaron "Mateocho", mientras que en la cárcel lo llamaban el "viejo solitario", porque no interactuaba con los otros reclusos, puesto que los consideraba seres inferiores. Sólo rezaba y leía la Biblia permanentemente en voz alta dentro de su calabozo.
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"La revolución, penado número 55". Simón Radowitsky, joven anarquista de origen ruso, pasó a la fama al asesinar al comisario Falcón -Jefe de Policía a cargo de la represión de la Semana Trágica- arrojando una bomba en su coche, en noviembre de 1909. En mayo de 1918, fue nuevamente foco de interés del periodismo cuando sus antiguos compañeros denuncian que el joven anarquista era víctima de torturas sistemáticas por parte de los guardacárceles. Entonces el gobierno del Peludo Yrigoyen tiene que suspender a los funcionarios policiales ante la simpatía que la población demuestra frente al escándalo.

Seis meses después, los diarios anuncian que el joven se había fugado. Para desgracia del prófugo, en un gesto digno de "botonazos", las autoridades chilenas lo capturaron y lo devolvieron al penal. Fueron solo veintirés días de libertad. Organizó múltiples huelgas de hambre, de brazos caídos o un coro de protesta, y aunque siempre recibía los más severos castigos, mantenía su actitud desafiante y combativa.

El domingo 13 de abril de 1930, el Presidente firma un indulto que incluye, entre ciento diez presos, al confinado y un poco avejentado Radowitsky. Las restricciones le imponen que deje el país, por lo que sale hacia Uruguay y termina trabajando como mecánico. Simón, te debemos una revolución.
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"El petiso orejudo". Cayetano Santos Godino, o el preso número noventa, asesino compulsivo de menores, declarado alienado mental y víctima de "imbecilidad incurable" fue confinado a la cárcel de Ushuaia desde el 12 de noviembre de 1915 hasta el último día de su vida, en 1938. Su conducta fue mejorando a lo largo de los años, aprendió a leer y a escribir, aunque de forma irregular, y solía trabajar como peón en el taller de corte de astillas y en otras tareas livianas, por indicación médica.

El 4 de noviembre de 1927 se realiza una cirugía estética en sus "orejas aladas", puesto que se presume que su maldad radica en esa parte de su cuerpo. Aparte de esta visita, es internado frecuentemente, porque recibe fuertes golpizas de sus compañeros de la sección de carpintería, molestos porque el "petiso orejudo" mortifica, maltrata y tortura al gato, mascota del taller. Aparentemente, quemaba a los gatos en las estufas, atraía con pan a las gaviotas y después, antes de soltarlas, les pinchaba los ojos. Era un tipo jodido. Pidió en varias ocasiones que le otorgaran libertad condicional en virtud de su "ejemplar comportamiento", pero las solicitudes fueron rechazadas.

Desde 1933 no recibía noticias de su familia, pero incansablemente, todas las semanas, escribía largas cartas con su pésima caligrafía. Murió joven, en 1938, víctima de la tuberculosis. Sus elefantiásicas orejas quedarán en el recuerdo de los gatos maltratados. 
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Cierra la lista célebre un caso mitológico. La leyenda asegura que sí, pero en los archivos, prontuarios y registros judiciales no hay ninguna prueba. Lo cierto es que Carlos Gardel, o su fantasma, pudo haber estado preso en Ushuaia. Los motivos de la condena se debaten entre líos de mujeres y política, o un tiroteo en el que había actuado de campana. En el momento en el que debió de estar apresado, contaba con diecisiete o veinte años, y de ser cierta la historia, el Jilguero pudo haber alegrado un poco la dura vida de los presos del penal. ¡Tócate otra, Zorzal!


 

Fuente de Info: "El hombre que está solo y espera: Historia de la Cárcel de Ushuaia" de Lucas Gastiarena.

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